El oso ibérico es uno de los pocos animales que es capaz de ponerse a dos patas, aunque solo cuando se pelean por las hembras o se sienten amenazados. Su andar normal es a cuatro patas.
A causa de sus garras y anatomía general puede parecer un
carnívoro típico, pero la verdad es que su dieta es mayoritariamente vegetariana.
Se alimentan de frutos y de las partes más digeribles de las plantas (brotes y
hojas tiernas), por lo que su hábitat ideal
debe ofrecerles enormes cantidades de frutos de todo tipo, y también
enormes extensiones amplias para permitirles moverse a su antojo, tener lugares
tranquilos donde descansar y refugios seguros para invernar.
Desgraciadamente, estas condiciones cada vez se dan menos
y el oso ibérico ahora está en peligro de extinción. El ser humano, directa o
indirectamente, es el principal causante de esta situación: el cambio
climático, la destrucción del hábitat a causa de incendios y destrucción de
masa forestal, la caza furtiva, la caza accidental… son algunas de las causas
que hacen que hoy en España queden menos de 350 ejemplares, repartidos a lo
largo de la Cordillera Cantábrica (Galicia, Asturias, Cantabria y
Castilla y León).
Aunque el oso pardo está
protegido por la normativa medioambiental al estar catalogado como una especie
en peligro de extinción, todos debemos tomar conciencia para garantizar la
conservación de nuestro medio ambiental y los animales que lo habitan, porque
esto supone también garantizar nuestra propia existencia.
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