Entre agosto y septiembre tiene lugar el apareamiento del
gigante de la taiga. Cerca del lago, en el interior del bosque el reclamo
gutural de la hembra, amplificado por su bolsa nasal resuena misterioso: Gaooo!
Gaooo! Pronto, un gran macho se siente atraído sexualmente
por ella y le responde: Gaooooooo! Aún no los hemos visto, pero estamos
asistiendo a los amores sonoros del ciervo más grande del planeta, el alce (Alces alces). Cuando el macho aparece en
un claro entre las piceas y abedules, descubrimos a un animal desgarbado e
imponente, de la alzada de un caballo. Tiene 7 años y supera los 600 kg. Su
enorme cuerna palmeada luce más de veinte puntas. Posee una joroba en la que
almacena grasa, necesaria para sobrevivir en un hábitat durísimo y hostil.
Tiene unas largas y finas patas que no parecen corresponder a su corpulencia,
pero que le sirven para alimentarse en verano de las suculentas plantas
acuáticas en las zonas palustres del bosque. Se trata del gran señor del bosque
en el esplendor de su vida.
Estos grandes cérvidos tuvieron su área de distribución
mucho más extensa en tiempos históricos, pero como ocurrió con otros grandes
ungulados europeos como el bisonte (Bison bonasus) o
el mítico uro (Bos primigenius ), fueron exterminados y empujados
cada vez más al norte, encontrando sus últimos refugios en los bosques polacos,
bálticos o rusos. Su situación actual, tanto la especie europea como su
pariente norteamericano, es razonablemente buena. Se le caza de forma regulada
y se ha llegado a domesticar en Rusia, como sustituto de los caballos en tareas
de arrastre y en el caso de las hembras como productoras de leche (hasta 400
l/año).
Es alce es eminentemente forestal, y necesita de la
presencia de ríos, lagos y pantanos donde gusta de sumergirse, para alcanzar la
vegetación subacuática, como las raíces de los lirios y donde escapar a la
tortura de los millones de mosquitos de los bosques boreales. Es un excelente
nadador y lo hace con soltura durante 15 o 20 kilómetros. En invierno, la dieta
del alce se compone fundamentalmente de brotes de los árboles.
Hemos podido disfrutar de la observación de este pacífico
gigante en nuestras ecoexpediciones a los parques nacionales de Polonia, con un
100 % de avistamientos positivos. El alce resume el plácido misterio del los
bosques nórdicos y constituye otro de los grandes atractivos que lleva al
naturalista viajero a visitarlos.
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