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4 de septiembre de 2013

Cérvidos europeos (III): El alce


Entre agosto y septiembre tiene lugar el apareamiento del gigante de la taiga. Cerca del lago, en el interior del bosque el reclamo gutural de la hembra, amplificado por su bolsa nasal resuena misterioso: Gaooo!
Gaooo! Pronto, un gran macho se siente atraído sexualmente por ella y le responde: Gaooooooo! Aún no los hemos visto, pero estamos asistiendo a los amores sonoros del ciervo más grande del planeta, el alce (Alces alces). Cuando el macho aparece en un claro entre las piceas y abedules, descubrimos a un animal desgarbado e imponente, de la alzada de un caballo. Tiene 7 años y supera los 600 kg. Su enorme cuerna palmeada luce más de veinte puntas. Posee una joroba en la que almacena grasa, necesaria para sobrevivir en un hábitat durísimo y hostil. Tiene unas largas y finas patas que no parecen corresponder a su corpulencia, pero que le sirven para alimentarse en verano de las suculentas plantas acuáticas en las zonas palustres del bosque. Se trata del gran señor del bosque en el esplendor de su vida.
Estos grandes cérvidos tuvieron su área de distribución mucho más extensa en tiempos históricos, pero como ocurrió con otros grandes ungulados europeos como el bisonte (Bison bonasus)  o el mítico uro (Bos primigenius ), fueron exterminados y empujados cada vez más al norte, encontrando sus últimos refugios en los bosques polacos, bálticos o rusos. Su situación actual, tanto la especie europea como su pariente norteamericano, es razonablemente buena. Se le caza de forma regulada y se ha llegado a domesticar en Rusia, como sustituto de los caballos en tareas de arrastre y en el caso de las hembras como productoras de leche (hasta 400 l/año).
Es alce es eminentemente forestal, y necesita de la presencia de ríos, lagos y pantanos donde gusta de sumergirse, para alcanzar la vegetación subacuática, como las raíces de los lirios y donde escapar a la tortura de los millones de mosquitos de los bosques boreales. Es un excelente nadador y lo hace con soltura durante 15 o 20 kilómetros. En invierno, la dieta del alce se compone fundamentalmente de brotes de los árboles.
Hemos podido disfrutar de la observación de este pacífico gigante en nuestras ecoexpediciones a los parques nacionales de Polonia, con un 100 % de avistamientos positivos. El alce resume el plácido misterio del los bosques nórdicos y constituye otro de los grandes atractivos que lleva al naturalista viajero a visitarlos.

 

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