Os dejo artículo de nuestro compañero y guía de la expedición de Ecowildlife a Rumania, José Carlos de La Fuente sobre el seguimiento de rastros y el éxito de la escapada.
Amanece con una nevada tardía, en las montañas Postavaru,
que pertenecen a esa inmensa herradura de piedra que son los Cárpatos, andamos
camino arriba, a media altura entre la ladera de prados que preceden al bosque
de hayas, piceas y alerces, y el riachuelo que labra el Valle Largo (Vala
Lunga). El canto de los pinzones, los mirlos y los zorzales llena el fresco
aire de la mañana. Es primavera, a pesar del paisaje blanco, y va empezando el
bullicio de los páridos en las copas de las coníferas. Los delicados carboneros
palustres y los herrerillos comunes se mueven entre las ramas, chasqueándose unos a otros.
Hemos cortado huellas
frescas de un oso mediano (Ursus arctos), una osa con su cachorro de un
año de la noche anterior y un lince (Lynx lynx), muy reciente. Avistamos al oso
solitario, ladera arriba, con toda su atención puesta en el suelo nevado. Lo
enfocamos con el telescopio. Busca alimento en el suelo. Tiene unos tres años, según
Flavio, nuestro guía local. Está tremendamente delgado, es todo cabeza. Recién
salidos de la hibernación, la nevada de abril les ha complicado la vida a estos
titanes de la montaña. La hierba, el rico ajo de oso, los micromamíferos, todo
está oculto bajo el manto blanco otra vez.
Mientras observamos a nuestro oso, un felino salta de un
arbusto, dando brincos nevero arriba, hasta desaparecer tras un perfil de la
topografía. Es un lince. Se confirma lo que nos decía el rastreo.
El oso, se fija en algo y se
lanza hacia delante con las dos manos juntas. Está cazando lo que
desentierra en su afán.
Una hora más tarde, nos dedicamos a chequear la ladera. En el
suelo está escrita la actividad de los dos carnívoros. Descubrimos que el lince
ha fundido la nieve con uno de sus chorritos de orina, marcando su territorio. Si
acercas la nariz, despide ese característico olor a gato que me hace recordar a
nuestros linces ibéricos. Leemos los saltos en su huida. Grupos de cuatro
huellas con un metro aproximado de distancia. Repaso detalles de las huellas de
los felinos que no vienen en los tratados de rastreo y que en algún caso los
contradice. Las uñas, los talones, el antebrazo… Ahora le toca nuestro famélico
plantígrado. Seguimos sus pisadas hasta cada excavación. Ha ido localizando guaridas
de topillos campesinos (Microtus arvalis), y los ha atacado. Podemos observar
el nido abierto, con parte de la hierba fuera. En algún caso ha volteado algún
tronco caído que fortificaba el refugio de los roedores.
Las expediciones de ECOWILDLIFE proporcionan al viajero
naturalista algo más que la simple observación de la fauna o del paisaje. En
ellas todo se integra y se interpreta, para convertirse en viajes de
conocimiento y aprendizaje para el amante de la vida salvaje.
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