El Parque Nacional de Bandavgarh en Madhia Pradesh, en el centro de India, es un centro de peregrinaje para los amantes de la vida salvaje y la naturaleza en general. Hubo un tiempo, en que los tigres competían por territorio, dada la cantidad de animales que se podían contar es esta área. Pero ya lo digo bien, hubo un tiempo. Los marajás acostumbrados a cazarlos a lanzas nunca imaginaron lo fácil que era abatir al tigre desde el lomo de un elefante con un arma de fuego. Y los ingleses se lo enseñaron, es una de las grandes aportaciones de lo ingleses al desarrollo mundial, la caza indiscriminada de especies y el exterminio generalizado de cualquier bicho que se mueva. Amen de la enseñanza a cambio de tierras a los pueblos conquistados. Todo un logro. Aquí casi lo consiguieron quedan solo 40 ejemplares.
Pero a lo que iba, salimos del hotel con la noche aún puesta, mi guía tenía noticias de que una madre y tres cachorros andaban merodeando cerca de la entrada al parque. Tocaban las seis cuando el funcionario de turno nos permitió acceder al parque. Nos comentó que había sentido aullidos de alerta del Hanuman langur a medio kilómetro.
Paramos el coche en un cruce de caminos, la mañana era húmeda, una fina niebla se adueñaba de todo haciendo más difícil la visión. El silencio era sepulcral, sinceramente había vivido este instante con los leones en Mara pero allí la sabana y sus movimientos de animales te distrae del sonido. Aquí en medio de la jungla verde, uno espera ruido de aves y de vida permanentemente. De nuevo el mono lanza un aullido de alerta, el tigre se acerca. El pulso tiembla. el guía se inquieta buscando la figura rayada, la respiración jadeante, las manos húmedas de la emoción, el día no quiere levantar, la espera es tensa y de pronto, un rugido a nuestras espaldas lo delata y al girarnos, delante nuestra a ecaso veinte metros, una tigresa enorme nos mira con la boca abierta, jadeante de la noche de caza, incrédula de que estemos en su camino.
Me impresiono más que el león, no dejo de mirarnos ni un instante, inquisidora, amenazante y yo, como siempre, me quede embobado en la escena, cuando me quise dar cuenta la tigresa caminaba y la oscura mañana no daba para hacer mejores fotos. Me maldije un y mil veces del error pero ahora, me alegro de haberla podido contemplar esos escaso segundos que duro su mirada amenazadora, ahora me alegro y al menos, pude sacar la foto que demuestra que ese tigresa no tenía buenas intenciones y que esta vez, por fin, la tuve cerca de mi.
Teneis algunas fotos de la expedición aquí y el programa de la nueva expedición que saldrá en enero en este enlace.
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