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24 de febrero de 2014

DE VUELTA A LA BIODIVERSIDAD DE RUMANÍA

La idea de viajar a los Cárpatos con un grupo de viajeros naturalistas me llena de expectativas. Por un lado, envidio a los que se adentran en este anillo pétreo centroeuropeo por primera vez. Por otro, me siento afortunado como naturalista por conocer lo que voy a disfrutar de nuevo en esta nueva ecoexpedicion de Ecowildlifetravel, con la niebla enganchada en los roquedos. Observar a la pareja de linces boreales viviendo su noviazgo en el ecotono entre el prado y el bosque. El aullido de un lobo transilvano, el grito del corzo, el relincho del pito negro, van marcando el ritmo, el latir de las selvas rumanas. Buscamos osos en los prados, en esta época buscan golosos el Allium ursinum, aromático ajo salvaje europeo. A veces te los encuentras en un recodo del camino, para sorpresa del oso y del excursionista. Los tritones alpinos y las ranas de vientre amarillo, ya han llegado a los charcos forestales donde se van a reproducir. Las aves forestales van apareciendo: el pico dorsiblanco, el cascanueces, el papamoscas collarino, el carbonero palustre... Sobre el ápice de una picea el fantástico macho del urogallo domina su parcela de bosque.

En el fango de los caminos, las huellas nos van contando las historias de la noche: Una osa acompañada de un joven del año anterior; grandes ciervos; corzos; un mustélido que nos permite un debate sobre las diferencias entre los rastros de la marta y la garduña; la pisada de un gigantesco jabalí; aquí el suido salvaje  llega a pesar más de 300 kg.

En un valle abierto, con arbolado disperso entre prados, observamos dos jóvenes águilas imperiales 
orientales. Con una de ellas posada en un roble, podemos compararla a placer con nuestras imperiales ibéricas, emulando a los taxónomos que acabaron diferenciándolas como especies separadas en los años 70 del siglo XX. El emblema del Imperio Austro-Húngaro aún señorea algunos de sus antiguos territorios.
A mediodía charlamos con un pastor de ovejas. Si llevas tabaco, puede darte conversación hasta decir basta. Sus perros llevan colgando del collar unas barras. Le pregunto y explica que este artefacto evita que persigan en primavera a los corcinos, y depreden accidentalmente este recurso natural. En estas tierras se percibe una relación más serena e integrada entre las gentes que viven de la ganadería, duro oficio en un territorio con semejante población de carnívoros, y la vida salvaje.

Cuando volvemos, caminado por el maravilloso desfiladero de Zarnesti, uno no puede evitar sentir la sensación de maravilla inquietante vivida por Jonathan Harker viajando en carruaje por las montañas transilvanas en un carruaje guiado por el Conde Drácula.

Una vez en nuestro vehículo, un precioso gato montés se deja ver, mientras ronda una zona de granjas. Su afición por los ratones no es menor que la de sus primos domésticos. Llegamos a nuestro alojamiento, que no es el castillo gótico del vampiro, si no la acogedora “Pensiunea” de Mimi, que nos va a servir una deliciosa cena tradicional antes de irnos a dormir, para volver disfrutar otro día sintiendo el latido del Salvaje Corazón de Europa.


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