Recorremos
fascinados en un nuevo safari de Ecowildlife los paisajes de Buffalo Springs, en las tierras Samburu. Mi atención
se reparte entre el bombardeo de estímulos que nos llega desde el exterior del
todo terreno y las comunicaciones que llegan por la emisora. Evidentemente no
hablo swahili, pero tengo memorizadas algunas palabras desde niño que espero
que suenen por la radio de nuestro equipo de guías. Suena una de las palabras
mágicas. La que ansío oír: Chui. Nuestro guía pone
rumbo al lugar de la estepa arbustiva que le han indicado sus compañeros. Sé
que no confirman el objetivo con nosotros hasta que no lo tenemos al alcance,
pero abuso de mi papel de compañero y le pregunto. “They have a leopard in a
tree”
La cola que pende
relajada del tronco de la acacia delata al hermoso gato manchado. La hembra de
leopardo reposa con la cabeza mirando a la base del árbol. Mientras la miro con
los prismáticos y la fotografío compulsivamente, pienso en mi larga relación
con esta especie.
He soñado de
siempre con el leopardo, leí y releí los textos que le dedicó Félix. Las
historias de panteras indias de Keneth Anderson y Jim Corbett. Y fue en la
India donde viví intensamente la especie. Lo rastreamos. Interpreté sus movimientos.
Cómo se movía donde era simpátrico con tigres o leones y cómo lo hacía cuando
reinaba sobre un territorio. Su coexistencia con los humanos. Sólo nos faltó
observarlo y eso que lo tuvimos muy cerca. Se nos escurrió varias veces entre las
rendijas de las rocas de Jawai.
Adriaan Louw, uno de los mejores rastreadores del mundo, me contó sobre la dificultad de rastrear leopardos en relación con los leones. Es un animal imprevisible en sus desplazamientos, que se encuentra más cómodo que los leones moviéndose por entre la vegetación espesa. Mucho menos social que su cercano pariente, es también menos conspicuo.
Desde su atalaya, esta hembra domina un territorio rico en presas. Impalas, gacelas, dik-diks, babuinos… Este felino consume proteínas prácticamente en cualquier forma que se cruce en su camino. Puede capturar también pequeños mamíferos, aves, peces e incluso invertebrados. La población que conocimos en la India depredaba sin problemas sobre los abundantes perros pariah, tanto domésticos como asilvestrados.
Aunque no son tan importantes en su dieta como se ha dicho, el leopardo es un depredador al que se le dan muy bien los primates, incluida nuestra propia especie, y los feroces monos perrunos no son una excepción. Pienso dedicarles una entrada más adelante a los papiones oliva que observamos en nuestro safari por Kenia. El felino es sin duda el cazador que más éxito consigue capturando papiones. Su potencia y su habilidad trepadora son argumento suficiente para atraparlos en sus dormideros, en las copas de los árboles de la sábana, cuando los babuinos son más vulnerables. De día y en el suelo, la formación defensiva de estos monos de hábitos terrestres, con los grandes machos defendiendo a la tropa, hace poco aconsejable un ataque, aunque alguna vez el leopardo encuentre cómo.
Es tan intensa la relación depredador-presa entre el leopardo y los primates del Viejo Mundo, que el genial zoólogo José A. Valverde creía que este gran felino o el tipo de depredador que representa habría influido decisivamente en nuestra evolución.
El leopardo se despereza indolente y desciende por el tronco. Una vez abajo, la altura del “bush” hace que lo perdamos de vista cuando inicia su campeo. África nos ha hecho un regalo. Nos ha permitido observar uno de sus grandes mamíferos más esquivos y sin duda alguna, más hermosos. África me ha regalado mi primer leopardo.
Este mes de Agosto salimos de nuevo a Kenia y en Semana Santa de 2018, personalmente acompañaré una nueva expedición a la sabana africana, si queires acompañarme tienes toda la información en este enlace.
JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE.