En la maravillosa
tierra de los Samburu, en el norte de Kenia, disfrutamos de uno de nuestros
safaris. El camino pasa entre el “bush” que tiene bastante altura aquí. Una
manada de elefantes llega por entre la estepa arbustiva. Pasan en paralelo a
nuestros coches. Algunos ramonean, otros siguen avanzando. Percibimos
intranquilidad. Nuestros conductores detienen los coches y, ante la cercanía de
algunos de ellos, reculan con prudencia para dejar a los animales su espacio.
Desde la seguridad
del coche y con la confianza absoluta en la pericia y el conocimiento que
nuestros conductores tienen del comportamiento de la fauna, que garantiza nuestra
seguridad y la de los propios animales, observamos las fanfarronadas de algún
adolescente. Es como observar una tormenta de verano desde la seguridad de tu
casa, una fuerza de la naturaleza observada con fascinación.
Me explican
nuestros guías kikuyu que un joven como aquel, sacudiendo la cabeza con las
orejas desplegadas y trompeteo es pura fanfarria. Si un elefante carga lo hace
con las orejas pegadas al cuerpo y en silencio.
Finalmente, la
manada cruza el camino por delante de nosotros, casi en estampida. El paso
amblar, que consiste en mover a la vez las dos extremidades del mismo lado a la
vez, es el patrón más rápido que pueden ejecutar los elefantes.
El nerviosismo de
esta familia se puede deber a que la matriarca porta collar. Este clan es uno de
los integrados en el Elephant Samburu Project, que realiza una importante y
longeva monitorización de los elefantes de la región. Este trabajo que ha radiomarcado
a 900 elefantes a lo largo de sus años de vigencia, ha aportado un precioso
conocimiento sobre los movimientos de los paquidermos, sus relaciones, los
lazos que los unen, en definitiva su comportamiento. También está ayudando de
forma decisiva a mitigar el conflicto con las comunidades agrícolas afectadas
por los asaltos de elefantes a los cultivos. Y, por descontado, a la lucha
contra el furtivismo organizado, localizando a los grupos más vulnerables y
manteniendo tropas cercanas para protegerlos.
Mientras tanto,
pienso en el joven fanfarrón avanzando hacia nosotros. Miles de años atrás, los
sapiens debieron contar historias
sobre observaciones como estas alrededor de las hogueras de sus campamentos.
Estoy seguro de haber sentido un escalofrío placentero similar ante esta escena
atávica que los humanos que coexistieron con la megafauna tristemente
desaparecida hace milenios.
En Semana Santa vuelvo a Kenia con un grupo, si quereis acompañarme teneis toda la información en este enlace.
JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE
JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE
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