Esta riqueza es, en parte, la culpable de la gran variedad de colores y contrastes que el viajero encuentra en Kenia. Al dorado de la sabana se le suma el penetrante azul del cielo, los destellos plateados del lago Victoria, el color rojizo del suelo, de sus atardeceres... Estos son sólo algunos de los deleites que nos ofrece la naturaleza y que se multiplican si entramos en contacto con algunos de los habitantes de sus poblados y ciudades. Su impresionante riqueza étnica y cultural nos ofrecen aún más colores como por ejemplo el contraste de la piel de los masais con sus prendas rojas, sus vestidos para ceremonias y sus complementos de colores llamativos como el amarillo, el verde o el azul atrapan al viajero e imprimen en su retina una impronta inolvidable.
Quizá sea la luz, quizá sean los contrastes, las prendas, la tierra o la piel de sus gentes, de criaturas. Quizá sea el plumaje de sus aves, o los pétalos de sus flores, los reflejos de sus aguas... O quizá sea la atmósfera que lo envuelve todo lo que hace que Kenia sorprenda una y otra vez al viajero con sus colores. Como siempre, como nunca.
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